viernes, 28 de diciembre de 2012

MI CORAZÓN ARDE

RAMMSTEIN. MEIN HERZ BRENNT

Mi corazón arde, lo dicen las teclas de este ordenador y esta habitación repleta de libros. La música furibunda que rompe la calma de la tarde también lo dice: mi corazón arde como los últimos segundos de una bomba programada, como las calles de La Habana aquel verano de hace dos años, como los ojos rojos de un sábado por la noche.
Mi corazón arde y los periódicos siguen doblados sobre la mesita del salón: la tele y su icono mudo escupiendo imágenes sordas, la tarde alejándose por la ventana, la compra esparcida por el suelo, desparramándose por el suelo, escapando de las bolsas como hombres saltando de un edificio en llamas al vacío de la casa, al suelo frío del vacío de la casa mientras mi corazón arde.
Lo sabe todo el mundo. La calle explota. Es una sucesión de gritos, bocas y aplausos que estallan en las aceras, en los parques, en los ojos de la gente que me mira y que sabe que mi corazón arde. Todos lo dicen,  todos lo saben: todos me hablan, me telefonean, me miran, me quieren, me animan, me susurran al oído que mi corazón arde, que la vida arde, que todo es fuego ahí afuera y ahora también dentro, que mi corazón arde como una herida de bala, como una mala noticia, como una pesadilla.
Lo dicen los médicos, la familia, mi mujer, los hospitales y los vasos vacíos. Mi corazón arde. Y se parece demasiado al miedo esto que escribo. 

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