miércoles, 22 de septiembre de 2010

FUTURO



PACO IBAÑEZ. LA POESÍA ES UN ARMA CARGADA DE FUTURO

FUTURO:"Lo que puede suceder o no"
POESÍA:"Idealidad, lirismo, cualidad que suscita un sentimiento hondo de belleza, manifiesta o no por medio del lenguaje."
ARMA:"Instrumento, medio o máquina destinados a atacar o a defenderse"

"Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,
mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmado,
como un pulso que golpea las tinieblas,

cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades:
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.

Se dicen los poemas
que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,
piden ser, piden ritmo,
piden ley para aquello que sienten excesivo.

Con la velocidad del instinto,
con el rayo del prodigio,
como mágica evidencia, lo real se nos convierte
en lo idéntico a sí mismo.

Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.

Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.

Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.

Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.

Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo por eso con técnica qué puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España en sus aceros.

Tal es mi poesía: poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.

No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.

Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos. "

GABRIEL CELAYA

lunes, 20 de septiembre de 2010

A LA MIERDA, GILIPOLLAS

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LA POLLA RECORDS. ELLOS DICEN MIERDA

He estado a punto de volverme loco. Se acerca el 29-S, fecha de la huelga general convocada por los sindicatos, y mis neuronas han estado a punto de perder el control y la cordura.
He llegado a imaginar mi televisor con todos los canales desintonizados excepto Intereconomía y al quiosquero llamando a la puerta con mi ejemplar diario de “La Gaceta” en las manos. Extrañado, me he buscado en los bolsillos del pantalón y he encontrado la llave de un flamante mercedes coronada en un llavero con forma de gaviota, dos resguardos del Corte Inglés y una tarjeta de socio de honor de un club secreto para altos ejecutivos.
Pero eso no ha sido todo: el otro día, buscando en mi biblioteca un libro que acompañara un ponche exquisito, servido por la nueva mucama filipina (que contrató mi mujer después de expulsar de la finca a la sirvienta romaní), sólo encontré tratados sobre pádel, un compendio de resoluciones de la ONU pendientes de cumplir por Israel que abarcaba todo el frontal izquierdo, la última alucinación de Thomas Friedman, un manual de buenas maneras editado por el FMI y otro de Alfonso Ussía, una revisión de la guerra civil auspiciada por la fundación FAES y la joya de la corona, el libro que hizo de mí lo que soy hoy en día: “¿Quién se ha llevado mi queso?” de Spencer Johnson.
Y es que han sido unos días muy, muy raros. Días en los que realidad, ficción y pesadilla se han mezclado de tal manera, que ni yo mismo me reconocía al mirarme en el espejo. Hasta mis amigos ya no parecían los de antes: hablaban de trabajar doce horas diarias si era necesario por el bien de la empresa (“¡Hay que remar en la misma dirección! ¡Estamos todos en el mismo barco!”, llegó a exclamar uno de ellos con veleidades poéticas); utilizaban palabras como “cash”, “leasing” o “tea party”, se quejaban amargamente de la generación “nini”, de las líneas de crédito ICO, de las dificultades que tienen sus jefes para despedirlos, de las ganas de currar que tiene la genta a los 67 años y qué fíjate en Alemania o Francia, allí ya están saliendo de la crisis y aquí, con cinco millones de parados y nadie se echa a la calle.
En tal estado de locura y sin nada a lo que aferrarme, con el mundo que conocía totalmente vuelto del revés, cuando ya pensaba que Fernández Toxo y los liberados sindicales eran los opresores que coartaban mi floreciente liberalismo económico, y que Cándido Méndez y Cayo Lara eran los culpables de que mi yate no pudiera salir a navegar (con lo que cuesta un amarre en el puerto deportivo), se murió Labordeta y de repente volví a mi realidad, la realidad.
Se abarata y se subvenciona el despido, se congelan las pensiones, se flexibiliza la movilidad, se adelgaza la negociación colectiva centro a centro, se recorta gasto social, se pierde libertad, derechos, democracia, y se desnivelan aún más las diferencias entre trabajadores (sí, la parte más débil, la que siempre ha puesto el cuello cuando se necesita apretar la soga) y empresarios. Qué dirían mis abuelos y mis padres y tantos y tantos otros que lucharon y murieron para que nosotros tuviéramos algo, poquito, pero algo al fin y al cabo, un poquito que costó sudor, fuego y sufrimiento, algo que en el fondo es mucho, y que ahora nos quieren arrebatar por las buenas o por las malas, como siempre, con mentiras y periódicos, políticos y CEOE, para que encima pretendan que les aplaudamos.

El genial Labordeta tuvo una trayectoria intachable y una personalidad acorde con sus principios de izquierdas, lo que se dice “un tipo auténtico”. En la cámara del congreso, una vez mandó a la mierda a los diputados del partido popular, mientras hablaba desde la tribuna y éstos se mofaban de él y de su oficio de cantautor, recordándoles que Franco estaba muerto y que ahora, ni siquiera ellos podían impedirle hablar. Más recientemente, y otra vez desde las gradas populares, mientras hablaba, uno de ellos cerró el puño en un gesto violento, y el político aragonés le espetó que el puño cerrado lo llevaba él y con mucha dignidad, antes de describir magistralmente al incauto diputado conservador con un maravilloso: “gilipollas”.
Es por gente y cosas como ésta por las que yo sí saldré a la calle el día 29, saldré para gritar que yo sí elijo mi vida, que es para lo que me enseñaron y educaron, y para decirles a todos aquellos que me mirarán con condescendencia, superioridad y una sonrisa burlona: “A la mierda, gilipollas”

"Mogollón de gente vive tristemente
y van a morir democráticamente
y yo, y yo, y yo no quiero callarme
la moral prohíbe que nadie proteste
ellos dicen mierda nosotros amén
amén amén amenudo llueve"