miércoles, 23 de diciembre de 2009

NO HARÉ LO QUE ME DIGAS


RAGE AGAINST THE MACHINE. KILLING IN THE NAME



Hace unas semanas, meses quizás, algún incauto o interesado, habló de brotes verdes en la economía, es decir, pequeños indicios de crecimiento que en su opinión sentaban las bases de la recuperación y comenzaban a echar tierra sobre la peor crisis económica que hemos padecido desde el 29. Consideraciones coyunturales aparte, estoy totalmente de acuerdo con este excelso optimista (o taimado oportunista según se mire): yo también veo brotes verdes a mi alrededor, señales de recuperación.



Y me refiero a la gente, a las personas: nada de cifras macroeconómicas ni tasas interanuales ni PIB, PNB o lo que sea: brotes verde esperanza en el ser humano en general. Aunque (y aquí hago un inciso) cuando escribo verde sólo pienso en el "Romance Sonámbulo" y su "verde que te quiero verde" del poeta que no encuentran ni hasta donde lo fusilaron y lo "malenterraron", "Café, que le den mucho café" ordenó el maldito Queipo de Llano, por teléfono, en clave y a Lorca nos lo fusilaron y nos lo escondieron bajo tierra en un sitio desconocido para que nunca lo encontremos, lo resucitemos y le quitemos ese sabor amargo que le dejaron en la boca los asesinos de la libertad.



Pues sí (retomo) esperanza, brotes verdes que nos hacen recuperar la confianza en nosostros mismos; primero fue la inmensa victoria de Haidar ante Marruecos (y ante España, la UE, USA...) y el masivo apoyo que recibió del pueblo (¿qué victoria sería sin ese apoyo?), de la sociedad española, también de la francesa, porque hay causas que van más allá de fronteras y países, causas que en su bandera enarbolan todas las causas, todas las luchas, todas las esperanzas.



Y segundo, un chico inglés, Jon Morter y un grupo norteamericano de izquierdas (si la contradicción es admisible) llamado Rage Against The Machine. Y es que esta historia me ha llenado de alegría, casi tanto como la llegada de Haidar a su casa sin agachar ni un milímetro la cabeza. Parece ser que en el Reino Unido, la canción de la Navidad es un asunto importante: se hacen apuestas, votaciones etc. para elegir la canción nº1 de dichas fiestas, que será la más descargada y/o vendida; el caso es que hay mucha publicidad, mucha fama y sobre todo mucho dinero metido en todo este tinglado, tanto que hasta Simon Cowell, ejecutivo de Sony, desde hace 5 años pone toda la carne en el asador, para que el single nº1 siempre sea una canción del ganador del concurso X-Factor (creo que aquí en España se llegó a hacer también, aunque su programa homónimo podría ser Operación Triunfo) espacio que patrocina, financia y exprime su empresa con él, como rostro más reconocible. Todos los años ganaba, menos este.


Jon Morter, harto de que siempre ganaran productos comerciales sin identidad y sin nada que decir, decidió, a traves de las redes sociales Facebook y Twiteer, animar a la gente a dar un vuelco a esta situación y reivindicar autenticidad y valores frente a tanto pasteleo vacío y mercantil y promover la descarga y votación de una canción de 1992 llamada "Killing in the name", canción reivindicativa y combativa donde las haya, himno anticapitalista y un verdadero puñetazo en la cara del "stablishment" mediático y televisivo mundial. Y ganó.

Más de 700.000 fans en su grupo de facebook, 502.000 descargas frente a las 450.000 de Joe McElderry (el otro chico, el predestinado a ganar), toda una borrachera de espontaneidad y libertad que llevó al susodicho Simon Cowell a aceptar la derrota, llamando por teléfono a Morter para felicitarlo. Hay algunas voces que dicen que el verdadero ganador es Sony, compañía propietaria de ambas canciones (y que se ha forrado con esta historia) pero yo creo que no, que aquí lo más importante es el rechazo masivo de la gente a lo impuesto, a lo establecido; es un canto a la libertad y a la autenticidad; una manera de decir que tenemos opinión, tenemos criterio, tenemos corazón y estamos hartos de vuestros teatrillos y vuestros títeres y vuestra desvergüenza, que queremos y estamos dispuestos a cambiar las cosas que no nos gustan; hoy es una canción de Navidad, mañana puede ser la propia Sony... en fin, esa es mi lectura...

Es verdad, me alegré mucho; y recordé como hace 17 años cantábamos y gritábamos esa canción por los bares y los conciertos, sintiéndonos más rebeldes y más auténticos. Hoy su valor sigue inalterable, su esencia incólume, su grito sigue desgarrando conciencias. No quepo en mí de gozo imaginando a miles de personas gritándole al sistema a ritmo de rock n' roll: "fuck you, I won´t do what you tell me" (Jódete, no haré lo que me digas)

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