viernes, 2 de octubre de 2015

OTOÑO


AUTUMNSONG. MANIC STREET PREACHERS
Otoño. La ciudad es una delicia mientras paseas bajo la fina lluvia. Es media tarde y aún se ve el sol por detrás de los edificios. Ya otros lo explicaron mejor, pero no puedes evitar escribir esta tarde de otoño que te devuelve a la felicidad de la ciudad despreocupada y caótica, la de las aceras intransitables y tiendas como colmenas, la ciudad ruidosa y sucia de los mejores recuerdos. 
Otoño. Un ejército de paraguas invade las terrazas vacías, los niños que salen del colegio juegan a pesar de la lluvia y los gritos de sus abuelos, las furgonetas de reparto estacionan y maldicen en cualquier lado, y tú paseas con tu mochila colgada sobre el hombro derecho, contento, cediendo la parte de los balcones a los transeúntes que caminan en dirección contraria a la tuya, chicas con falda y gafas enormes, carteros, matrimonios de mediana edad, grupos de adolescentes con gorra, viejos que crean verdaderos tapones en los puentes, señoras que les ha pillado la lluvia paseando al perro... La ciudad es una delicia cuando sales de la tienda con tu libro en las manos y el sol sigue en el cielo, y la lluvia te hace buscar refugio bajo el toldo de una óptica. En la plaza, los más valientes siguen mojándose: una pareja que discute, un tipo raro que fuma ensimismado, un skater adolescente y sus colegas, una chica joven que parece esperar a alguien al abrigo de los árboles. 
Otoño. Los edificios parecen más bonitos con esta luz, piensas, y haces una foto con instagram de una de tus calles favoritas, una calle por la que llevas caminando toda la vida, una de esas calles que siempre te conducen a algún sitio. María estará aún en la oficina mientras tu paseas camino del centro; el misterio  al doblar cada esquina, cientos de biografías desconocidas cruzándose contigo, la prisa y el tráfico, encontrarse de repente con un amigo, evitar a otro, espiar desde lejos a una antigua vecina de cuando vivías en casa de tus padres, que no te vea, saludarla o no saludarla?, Hola, cuánto tiempo, antes tenías el pelo largo... 
Otoño. La ciudad es una delicia y ha parado de llover. El sol apenas se ve tras los edificios. Mientras la esperas miras el móvil, quieres saber qué ha pasado en el mundo mientras paseabas por él. Todavía es pronto, tienes unos minutos, un drogata te pide un euro, se lo das, el bar de enfrente está lleno, el drogata se dirige hacia allí. Abres el libro y lees:



"He recorrido esta ciudad
de punta a punta
casi todos los días
durante más de treinta años.
Abriéndome paso a codazos
en las vísperas de fiesta,
o a través de las madrugadas
fantasmagóricas
de los días laborables de invierno,
o solo y borracho y mojado
hasta los cuernos,
o en compañías que mejor ni recordar.
Estas calles no guardan secretos para mí.
Conozco sus plazas, sus antros,
sus mujeres, el brillo
de una navaja al doblar una esquina,
el calor de una mirada
desde el fondo de un bar.
Hubo un tiempo en que el cielo
se miraba en ellas.
Yo formé parte de aquello.
Eso ya nadie me lo puede arrebatar."


LA CALLE. Karmelo C. Iribarren.





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