martes, 17 de noviembre de 2009

SKY IS OVER



SERJ TANKIAN. SKY IS OVER


En el famoso cómic de Goscinny y Uderzo, Asterix y Obelix, se habla del único temor que tenía ese invencible e irreductile pueblo galo, que no era otro que "el cielo se les cayera encima". Y como metáfora no está nada mal la verdad, ya que uno que sabe que esto es imposible (a no ser que vivas en Bagdad o Nueva York) a veces desearía que tal catástrofe ocurriera de tanto en tanto, sobre todo cuando uno piensa que el mismo cielo que cubre ciertas cabezas es el mismo que techa la mía. Y más, cuando uno cae en la cuenta que entre talibanes del crucifijo y apóstatas de la paz, apenas dejan un trocito que guardar bajo cremallera para cuando esta vida se hace insufrible y sólo queda mirar hacia arriba, liberar la imaginación, cerrar los ojos y respirar. Hay tantas cosas horribles, que cualquier acto que no sea preparar una huida parece una pérdida de tiempo, una visita guiada al matadero, un síndrome de Estocolmo aprendido de generación en generación. Y es que hay señales preocupantes de recuperación económica, de salida del pozo de la crisis, de luz al final del túnel capitalista: Alemania y Sarkozy dan sus primeras escaladas en el Himalaya gráfico del FMI, China deshoja el libro olvidado de Mao en pos del crecimiento infinito y los EEUU vuelven a crear trabajo y consumidores a raudales para sus cómidas rápidas y sus MTV AWARDS. Panorama alentador anuncian a bombo y platillo los Dioses del Olimpo occidental para luego recomendar cautela, no sea que a la gente le dé por celebrar y ser feliz, y quiera volver a derribar el muro y haya que repartir otra vez el aire, el oro, la primera línea de playa con vuelo directo a Suiza.

A mí me preocupa la recuperación económica precisamente por eso, porque es sólo económica. Y es que para mí la crisis no es sólo una mera cuestión de gula financiera. Cuando escucho las cifras del paro o veo en las calles esas colas de desempleados dibujando serpientes sobre las aceras se me cae el alma al suelo. El maestro Saramago, escribió hace unos días en su cuaderno "Decir no al paro es frenar el genocidio lento pero implacable al que el sistema condena a millones de personas" y no puedo estar más de acuerdo, por eso quizá debamos apostar por cambiar dicho sistema, barrer las cenizas de este incendio y arrancar de cuajo la bandera blanca de nuestra rendición. Debemos aprender a negociar la verdad sin miedo, a no admitir lo inadmisible, a no tolerar la miseria. Tal vez sólo sea un presentimiento, un pálpito absurdo, pero tengo la sensación de que estamos ante una oportunidad única de cambiar la historia, de empezar de nuevo, de llegar incluso a tocar la raya huidiza del horizonte. Como no quiero creer que todo esto no vaya a servir para nada, me niego a aceptar que cuando calle la tormenta volverán los mismos a sus viejas poltronas, las fotos de siempre a los diarios de siempre y las sesgadas noticias a sus sesgados informativos; me niego a pensar que todo pueda ser en balde, que los cavenícolas no regresen a sus cuevas o que las estatuas no caigan del pedestal. Al fin y al cabo, como Asterix y Obelix queremos resistir y debemos resisitir, aunque nos cueste entender este mundo y sus contradicciones, aunque nos cueste aceptar que a veces el cielo se cae siempre encima de los mismos.

"Even though we can´t afford

the sky is over"

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