jueves, 15 de octubre de 2009

OTRO LADRILLO EN EL MURO


PINK FLOYD. ANOTHER BRICK IN THE WALL

"All in all you're just another brick in the wall"


Viajo en el tren de cercanías que me devuelve del trabajo a casa. Un chico de unos veinte años, de raza negra, probablemente africano, sin apenas idea de español y sin billete de transporte válido en el bolsillo o la mano y un revisor, gordo, bigote y cabellera cana, cincuenta y pico, voz imponente, trata de explicarle que en este país no se puede subir a un tren sin ticket, que o paga una multa o se baja en la próxima estación. Dos guardias jurados, él, joven y bien afeitado, alto y corpulento, ella (la paridad funciona), rubia, media melena, complexión fuerte y mirada imperativa, sólo un minuto tardan en aparecer. El vagón está casi lleno, todos nos damos la vuelta o nos incorporamos un poco para poder ver mejor como se desarrollan los hechos; los secuaces de la seguridad privada están en silencio y rodeando al chico, los brazos cruzados y las piernas ligeramente abiertas; el elefántico revisor es el único que habla, cada vez más impaciente y más consciente de las barreras lingüísticas. El tren para, el chico negro debe bajar y lo hace acompañado de sus guardianes. El perro de su amo cierra la puerta y sigue con su trabajo por el vagón donde me encuentro. Enfrente mío, dos señoras vestidas de "Punto di Roma" o "Cortefiel", perfume deliberadamente excesivo, seguramente funcionarias, ríen y comentan la jugada con el revisor, se conocen, se ven todos los días, más cómodo el tren que el coche con la de tráfico que hay. Se les une un hombre sentado a mi izquierda, chandal negro, camiseta verde agujereada y con algunas manchas de pintura ya secas, bromean, hacen guasa sobre el chaval expulsado y su supuesto país de procedencia. El mastodóntico empleado de la renfe coge mi billete para picarlo y exclama: ¡ esta gente se cree que yo me chupo el dedo! Todos asienten. Otro ladrillo más en el muro.

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